24 octubre 2011

MI PEQUEÑA VIRTUD


Cuento de terror

Pasé tres desilusiones en mi vida. No sé como salí de ellas o mejor dicho, cómo caí. Amigos y familia siempre me han dicho que me sobrepongo por una virtud propia de mí. Dicen que soy dulce y que eso me ha hecho tanto bien, como mal.

No mencionaré su nombre, pero sí sus largos cabellos castaños y que en la escuela primaria me tomó de una mano y pasó una tarde conmigo. Siempre he sido tímido. No supe hacer nada, excepto seguirla y oírla, y no responder a nada. Al otro día me sentí más tranquilo y me dispuse a ser otro. Cuando la vi, ella dio vuelta con sus amigas. Nunca más me buscó, pero escuché sus palabras: “no pensé que fuera tan aburrido”.

Hoy me puede sonar bobo, pero fue importante. Tanto así, que tomé esas palabras como mi opinión. Adopté esa imagen y hasta años después, en la escuela preparatoria, volví a abrirme a otras personas.

Recuerdo el nombre de ella, pero ¿importa? No es necesario hablar mal de un rostro. No se debe culpar a nadie de lo que obtuvimos por error. Ella era… demasiado liberal para mí. No sé qué me vio. Por esos años mis conocidos coincidían con mi familia, por separado, en que yo necesitaba una pareja dulce como yo. Ella era lo contrario. Dudo que se propusiera dañarme. Vivía su vida y así me abandonó, sin decir adiós.

Esta noche, mi última decepción fue clara, la peor. Venía a pedirle a quien pensaba era mi pareja definitiva, que nos casáramos. Saqué mi auto de la agencia por la mañana, en la tarde arreglé asuntos para iniciar el capítulo feliz de mi vida, y cuando llegué por sorpresa a su departamento, con el anillo y para dar un paseo en auto, la encontré con un desconocido.

El estuvo cruzado de brazos, viendo al suelo, apenado, pero decidido a permanecer con ella. Ella, triste, pero también decidida a estar con él. En la puerta de su departamento me explicó mucho. Yo, como siempre, como cuando era niño, como siempre, sin saber decir algo, solamente oí y asentí, hasta que ella se tomó las sienes: “no me veas así. No des lástima”.

Salí del edificio. Llevaba el estuche con el anillo en una bolsa del saco. ¿Cómo todo había cambiado tanto?, pensé. Hace quince minutos eras feliz. ¡Todo este día fuiste feliz! ¡Y ahora no tienes nada!

Conduje sin rumbo fijo. Sin darme cuenta, poco a poco presioné el acelerador. Escuché bocinas, vi autos pasando fugaces. ¿Qué caso tiene?, pienso. Todas las veces sale mal, todo, siempre, todo, no sirvo para nada. Y acelero más.

Giro en una esquina a 90 por hora. Los neumáticos chirrían, mi auto casi vuelca. Por fin estoy libre, libre para burlarme de los sinsabores, de la nada y del todo. Los transeúntes gritan al ver que he entrado a alta velocidad, por error, en un carril equivocado. Voy en sentido contrario. Los fanales abren la calle y bañan de pálido los ojos que brotan en aullido tras el parabrisas de un auto que viene hacia mí. Sorprendidos, aterrorizados. Quiénes más. Son ella y él. No sospecharon que he calculado perfectamente el tiempo que les tomaría llegar a esta esquina. Un segundo antes del choque donde los tres vamos a morir en reventar de cristales y sangre, el tiempo se congela y aquí estoy, recordando el pasado que me trae a este instante, cuando pueden reconocerme por sus fanales en mi sonrisa y en mis luces su aterrada comprensión de que, como lo supieron las dos mujeres que llevo en la cajuela, mi pequeña virtud no es ser dulce. Sino que tengo buena memoria y un odio que nunca se apaga.

2 comentarios:

Beatriz Salas Escarpa dijo...

Hola Victor:
Me ha costado escribir un poquito porque, yo que venía ansiosa por contarte lo mucho que tus sentires me hicieron sentirte, me encuentro con la triste realidad de uno de los peores días de tu vida? Y me puse a llorar como una niñita perdida y con ganas de correr, abrazarte y decirte: "No pasa nada! Has tenido la suerte de, pese al malestar profundo y desgarrador, saber que has llegado a tiempo para no pasar ni un segundo más con alguien que te haría perder tu precioso tiempo y desesperarte más si cabe. Sé que te diga lo que te diga, no cambiará nada tu manera de sentirte hoy pero quiero que sepas que estaré cerca y pendiente por si mi hombro puede aliviar ese corazón tan triste que tienes ahora.
Te mando el más cálido de los abrazos.

Pd: Lo mejor, está siempre por venir!

Víctor Hugo dijo...

Mi admirada Beatriz: tus palabras son un bálsamo en sí y por tu amable intención. Por favor no te preocupes, creo yo que me concentré demasiado en este texto y es mi culpa haberte causado preocupación. Todo está bien, muchísimas gracias por tu generosidad. Tienes mucha razón en tus bellos consejos y los seguiré. Te envío un abrazo.